sábado

Tarde de lluvia

Las nubes tenían un tinte azul profundo, y con las primeras gotas de lluvia me di cuenta que esta no sería una tormenta cualquiera: el agua que caía del cielo era salada.

El ambiente comenzó a cambiar, y si cerraba los ojos daba la impresión que estaba en la playa, pero al volverlos a abrir las luces de la ciudad me recordaban que estaba presenciando algo inusual.

De repente vi un pez bajando entre las gotas. Lo seguí con mi vista, hasta que un segundo pez apareció más en lo alto y mi mirada se elevó. En los cielos nadaban toda clase de animales marinos, desde cardúmenes, delfines y calamares, hasta una enorme ballena azul.

Poco a poco, las calles de la ciudad se fueron transformando en un oceano.

Vi como mi vecina, que había salido a la tienda de la esquina, regresaba navegando encima de su paraguas. Unos adolecentes agarraron unas tablas y se pusieron a surfear entre olas de lluvia.

Incluso, a la lejanía, me pareció ver un barco con una bandera con una calevera ondeando a lo alto de su mástil.

Pero así como llegó esa lluvia tan peculiar, los cielos se fueron aclarando y la lluvia con dejo de mar dejó de caer.

El único rastro que mostraba que había llovido eran un par de peces que todavía nadaban en un charco con olor a mar.

©2007 Santiago Casares