tag:blogger.com,1999:blog-84951852024-03-13T21:12:17.737-06:00El blog de Santiago CasaresEn este blog encontrarás imagenes y cuentos que realiza Santiago Casares.Unknownnoreply@blogger.comBlogger66125tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-38903378136078336762007-10-29T01:05:00.000-06:002007-10-29T01:08:53.936-06:00"No"“No” respondió ella.<br /><br /> La sorpresa de su respuesta fue demasiada para ti, y te quedaste hincado unos momentos más. La idea que te dijera que no quería casarse contigo jamás había cruzado tu mente, por lo que tardaste en registrar en tu cerebro su negativa.<br /><br /> Todavía en negación, le preguntaste “¿Qué?”<br /><br /> “No quiero casarme contigo” te respondió, “pero es un lindo gesto de tu parte.”<br /><br /> Lentamente te incorporaste, mientras observabas la caja con el anillo que todavía sostenías abierta en tu mano izquierda. El flanco jamás había esperado el ataque, y tu ofensiva se derrumbó completamente: no sabías qué hacer.<br /><br /> Entonces no hiciste nada. Te quedaste ahí parado, enfrente de ella, mientras tu mano cerraba la caja negra y en incercia la metía discretamente en el bolsillo de tu saco.<br /><br /> Había dicho que era un lindo gesto de tu parte. Acababas de decirle que querías pasar el resto de tu vida con ella, y ¿esa fue su respuesta? ¿Acaso no entendía lo que implicaban sus palabras?<br /><br /> El tosido de un mesero rompió el silencio del restaurante, y poco a poco los demás comensales comenzaron a reanudar sus pláticas, pero ahora eran el tema de cada una de ellas. Las miradas condescendientes no se dejaron esperar.<br /><br /> Ella te observaba con una sonrisa en sus ojos. Sus labios parecían esconder los secretos más recónditos del mundo, y no se partieron para decir nada más.<br /><br /> “Y bueno… ¿ahora qué?” preguntaste. Te sentías como un barco que acaba de perder su orientación, sin estrellas en el cielo, sin un faro que lo guíe.<br /><br /> Su respuesta fue levantarse de la mesa y salir del lugar. No había necesitado palabras para decirte que todo había terminado.<br /><br /> Agarraste tu abrigo para salir del lugar bajo las miradas de todo el restaurante. Cuando llegaste a la puerta llegó el mesero para entregarte la cuenta, pero el capitán lo detuvo con una mano en el hombro.<br /><br /> Saliste del restaurante, y sentiste el frío del viento contra tu cara. Cuando llegaste al lugar sabías que tu vida cambiaría después de esta noche. No te habías equivocado.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">© 2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-48308578225594015762007-10-27T13:15:00.000-05:002007-10-29T01:29:12.085-06:00Nueve tazas de café (Indice)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAu9KT9hmtwMsxekgdz78sEr7DQ_J7BNxI8xtryljG84U4Ncu2GNYyzBBxXXrg1_6vLRlAi97FkcDnmqd4DbOfSTA4fCWImaZ6a0hToe6tc-0koZl2yJlwfSEkz7jYPpiPB9Fqkg/s1600-h/Taza.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAu9KT9hmtwMsxekgdz78sEr7DQ_J7BNxI8xtryljG84U4Ncu2GNYyzBBxXXrg1_6vLRlAi97FkcDnmqd4DbOfSTA4fCWImaZ6a0hToe6tc-0koZl2yJlwfSEkz7jYPpiPB9Fqkg/s320/Taza.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5126657326321213410" border="0" /></a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-i.html">Taza 1</a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-ii.html">Taza 2</a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-iii.html">Taza 3</a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-iv.html">Taza 4</a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-v.html">Taza 5</a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-vi.html">Taza 6</a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-vii.html">Taza 7</a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-viii.html">Taza 8</a><br /><a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2007/10/nueve-tazas-de-caf-ix.html">Taza 9</a>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-9499241912690984632007-10-19T13:34:00.000-05:002007-10-19T13:36:48.901-05:00Nueve tazas de café (IX)Pedro se mueve un poco inquieto en la silla; por los nervios llegó incluso media hora antes de lo que habían acordado, y la emoción sigue en incremento.<br /><br /> La razón es obvia para él. No puede dejar de sentir el peso que tiene en el bolsillo de su saco: el anillo de compromiso que le dará a Susana.<br /><br /> Pide la segunda taza de cortesía, pero el café se enfría antes de que lo tome. Al menos revolver con la cuchara le da algo que hacer para calmarse un poco.<br /><br /> Buscó por más de un mes el anillo, pero finalmente encontró uno perfecto. Como ella. Y la decisión de dárselo aquí, en la misma cafetería donde se conocieron le pareció un toque maestro.<br /><br /> De pronto la ve en la entrada de la cafetería, y ella parece sonreírle detrás de sus lentes oscuros. Entonces se toma de golpe su café para darse valor, como si fuera un trago de alcohol.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">©2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-50968866412884651232007-10-18T23:24:00.000-05:002007-10-19T13:33:29.700-05:00Nueve tazas de café (VIII)Como todos los domingos, Teresa se sienta en la mesa que tiene la mejor vista de la calle y pide un capuccino y una galleta de nuez.<br /><br /> Desde que abrió este cafecito hizo de su rutina ir a tomar un café después de la misa de medio día. Originalmente iba con su marido, pero desde hace tres años, cuando él pereció, asiste sola al ritual del café.<br /><br /> Mientras toma el café, observa a la gente caminando y hace anotaciones mentales de lo que le hubiera dicho a Rodolfo.<br /><br /> “Mira a esa señora, no se ha dado cuenta que su bolsa no combina con su falda.”<br /><br /> “¿Será que aquella señorita no se fija que ese peinado ya pasó de moda?”<br /><br /> “Ese niño me recuerda al pequeño Eusebio… ¿te acuerdas de él?”<br /><br /> Teresa termina de comerse la galleta, le da el último sorbo al capuccino y se levanta de la mesa, acompañada del recuerdo de su marido, quién le extiende el brazo para que ella se apoye al caminar.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">©2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-33841930555294725592007-10-17T14:17:00.000-05:002007-10-17T14:20:45.345-05:00Nueve tazas de café (VII)Alicia sonríe, ahora sí, Natalia podrá contarle el chisme.<br /><br /> Ambas se sientan en la mesa y sin andarse con rodeos comienzan a platicar, mientras Natalia se ruboriza por el tema: el chico con el que platicó toda la noche.<br /><br /> “¿Y entonces, en qué quedaron?”, pregunta Alicia.<br /><br /> “Quedamos de vernos el próximo viernes, pero que nos hablaríamos en la semana.”<br /><br /> “¿Le diste tu número de celular?”<br /><br /> “Claro, no quiero que mis papás se estén enterando de todo lo que hago.”<br /><br /> “Odio cuando quieren controlar mi vida…”<br /><br /> “Si…”<br /><br /> Piden otro café, porque ahora le tocará a Alicia platicar lo que le pasó a ella.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">©2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-13407209080977387932007-10-16T12:33:00.000-05:002007-10-16T12:35:03.542-05:00Nueve tazas de café (VI)La superficie del café comienza a calmarse y poco a poco su reflejo vuelve a aparecer. No sabe por qué, pero disfruta verse ahí, en el café.<br /><br /> A Erika le gusta ir a esta cafetería, y ver a la gente que viene y va. Deja que su imaginación la guíe, especula lo que sucede detrás de las personas: sus vidas, amores, tristezas, enojos y alegrías. Hay veces que escribe pequeños bocetos de lo que se imagina que sucede en sus vidas. Guardando pequeños momentos de vidas especuladas para la eternidad.<br /><br /> No es la mejor escritora pero le gusta tener estos apuntes, estos esbozos de vidas imaginadas que jamás sucedieron, pero que quedarán plasmadas en papel.<br /><br /> Erika levanta la vista y lo ve.<br /><br /> Comienza a sentir como los latidos de su corazón aumentan en intensidad, y se sorprende de encontrarse ruborizada.<br /><br /> Él pide un café, lo paga y se da la vuelta. La cafetería está llena, algo poco usual para los miércoles. Voltea a ambos extremos sin encontrar lugar; entonces se acerca a ella.<br /><br /> “Hola… te molestaría si compartimos la mesa, es que no hay ningún lugar disponible.”<br /><br /> En ese momento Erika desea que alguien esté apuntando un esbozo de este encuentro, cuyo desenlace todavía no ha sido escrito.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">©2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-50361713637279498432007-10-15T12:42:00.000-05:002007-10-15T13:00:04.590-05:00Nueve tazas de café (V)Es la tercera taza de café que pide, y ella todavía no llega. Cynthia vuelve a suspirar y voltea a ver la entrada de la cafetería.<br /> Dos días atrás se pelearon en la mitad de una fiesta porque Paola estaba platicando con otra y ella se puso celosa. Obviamente las cosas se salieron de control.<br /> Sabe que le dijo cosas que no debió decir, pero por culpa del alcohol no termina de recordar las palabras que salieron de su intoxicada mente. También sabe que escuchó algunas verdades, de esas que a nadie le gusta escuchar.<br /><br /> Recuerda haber salido de la fiesta y haber tomado el primer taxi que encontró, sin siquiera voltear para ver si ella la estaba siguiendo.<br /><br /> Paola lleva 13 minutos de retraso, lo que implica que a lo mejor no llegará.<br /><br /> A pesar de ser la más impuntual de las dos, Cynthia llegó media hora antes. Quería asegurarse de no llegar tarde, de estar antes que Paola, para que comprendiera lo importante que es para ella esta reconciliación.<br /><br /> “Hola cariño”, escucha Cynthia, y levanta la cara para encontrarse con un beso.<br /><br /> Sorprendida, comienza a pedir disculpas, pero un dedo calla sus labios. Sus ojos comienzan a nublarse, cuando otro beso le indica que todo estará bien.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">©2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-31462126046239168602007-10-14T11:29:00.000-05:002007-10-14T11:30:37.839-05:00Nueve tazas de café (IV)Todos los días llega a la cafetería vestido con el mejor de sus trajes, con un ramo de margaritas en una mano y el periódico del día en la otra.<br /><br /> Se sienta en la mesa de siempre, con vista a la calle y pide un capuccino. Le sirve una cucharada de azúcar, lo revuelve, viendo como se mezclan los colores del café y de la leche. Lo toma lentamente mientras revisa las noticias del día.<br /><br /> Andrés levanta la vista esperanzado cada vez que alguien entra al establecimiento, pero regresa a su lectura cuando se da cuenta que no es ella.<br /><br /> Por más de veinte años ha ido al mismo lugar esperando volverla a ver, y por más de veinte años regresa a su casa con el ramo de margaritas intacto.<br /><br /> Con el paso del tiempo su pelo ha dejado su color y las arrugas en su cara marcan los caminos que ha recorrido, pero aun así no ha perdido la esperanza de volverla a ver.<br /><br /> La vio una mañana de primavera, como un espejismo. Traía un vestido amarillo que se movía con el viento a la par de su pelo castaño.<br /><br /> No se atrevió a dirigirle la palabra, y tan solo ella salió del lugar, Andrés ya se había arrepentido. Se prometió hablarle la siguiente vez que la viera, invitarla a salir. Por lo menos, invitarle un café.<br /><br /> Pero ella no regresó al día siguiente, ni el que le siguió.<br /><br /> “Mañana vendrá seguro”, se dijo a sí mismo. Y esas mismas palabras las sigue murmurando cada vez que sale de la cafetería.<br /><br /> Para Andrés, la esperanza tiene sabor a capuccino.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">© 2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-66903440145889977122007-10-13T15:43:00.001-05:002007-10-13T16:32:31.147-05:00Nueve tazas de café (III)Fran la ve entrar de la mano de otro hombre, y el trago de café se atraganta en su garganta. Sabía que este momento podría suceder, que podrían encontrarse en algún lugar, pero jamás pensó que le dolería de esa manera.<br /><br /> Habían salido por poco más de dos años, y hacía seis meses que Flor había decidido terminar su relación.<br /><br /> Seis meses, y aún Fran siente cómo su pecho se hunde con su presencia.<br /><br /> Flor sonríe, se ve feliz. De cierta manera, a Fran le da gusto verla tan contenta, pero al mirar al hombre que estaba a su lado, siente celos. Él está haciendo lo que él a final de cuentas jamás pudo lograr.<br /><br /> Fran baja la mirada hacia el café que tiene enfrente. Recuerda todos esos buenos momentos de su relación con Flor, un recuerdo tras otro, y sonríe. En cierto momento pensó que ella era la mujer de su vida, pero la evidencia demostró que no era así.<br /><br /> Levanta la vista. Flor y su acompañante tienen su café en las manos y están saliendo del establecimiento.<br /><br /> Fran suspira un suspiro de nostalgia y le da otro trago a su café amargo.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">© 2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-88380205639690717612007-10-12T11:56:00.000-05:002007-10-13T15:50:07.784-05:00Nueve tazas de café (II)El café es solamente parte del pretexto para poderla ver todos los días.<br /><br />Verla a ella es lo que hace de la experiencia de tomar café una cuestión extraordinaria, casi mágica. Ella ya no necesita decirle cómo le gusta su café, sabe que le gusta cargado, sin azúcar ni leche: negro como la noche.<br /><br />Dulce lo saluda por su nombre con una sonrisa y le sirve su café. Algunas veces, en las cuales no está el supervisor, incluso le pone al lado de la taza una pequeña galleta.<br /><br />Sebastián sabe que es un amor platónico, que su relación siempre estará limitada a esos minutos en la mañana mientras le sirve su café y platican brevemente hasta que llega el siguiente cliente. Pero eso no le importa.<br /><br />Desde que la conoció, la relaciona con el olor a café, y no puede evitar pensar en ella cada vez que lo huele.<br /><br />Suena el despertador, y Sebastián abre los ojos.<br /><br />Se levanta de la cama, con el cansancio del desvelo a cuestas. Camina hasta la cocina y enciende su cafetera. El aroma de café comienza a llenar el aire de su departamento, a llenarse de su esencia, y Sebastián sonríe pensando en ella.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">© 2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-36680603080141246732007-10-11T10:53:00.000-05:002007-10-13T15:46:07.008-05:00Nueve tazas de café (I)Susana llega a la cafetería. Sabe que está llegando un poco tarde, pero siempre ha preferido ser a quien esperan que ser la que está esperando, angustiándose y viendo el reloj cada minuto.<br /><br />Se queda parada unos momentos en la entrada, hasta que ve a Pedro. Entonces sonríe, y camina de manera que él la ve mucho tiempo antes de que ella llegue a la mesa.<br /><br />Mientras camina hacia él, reconoce el lugar: es la cafetería donde se conocieron. La ironía hace que su sonrisa se acentúe.<br /><br />“¡Hola!”, le dice Pedro mientras se levanta de su silla. A ella siempre le han gustado este tipo de atenciones, y es una de las cosas que más va a extrañar de él.<br /><br />Susana se acerca a darle un beso, pero en el último instante inclina ligeramente la cabeza, de manera que el beso de saludo cae en el cachete y no en la boca.<br /><br />A pesar del saludo, la sonrisa de Susana es suficiente para calmar a Pedro. Obviamente no tiene idea lo que ella ha estado pensando de su relación, ni que él llorará toda la noche en la soledad de su sala, con la televisión encendida como un tranquilizante que jamás funcionará.<br /><br />Sin quitarse los lentes oscuros y sin dejar de sonreír, ella le dice: “Cariño, tenemos que hablar…”<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">© 2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-7609909324750330072007-06-14T16:39:00.000-05:002007-06-14T16:44:49.585-05:00La tormentaLa tormenta pasaría, tenía que hacerlo.<br /><br />Las calles de la ciudad se encontraban encharcadas, reflejando en sus superficies reflejos alterados de las luces de neón.<br /><br />Estaba recargado en una pared de lardillo rojo, levantando con las manos el cuello de mi gabardina para no mojarme demasiado cuando el taxi pasó frente a mi. En el asiento trasero estaba ella, de eso estoy seguro. Era ella. Miraba la calle a través del cristal, con la mirada perdida en sus recuerdos.<br /><br />Las gotas se escurrían en en el vidrio del taxi como lágrimas olvidadas, distorcionando su rostro. Por un instante pasó por mi mente la idea de estar juntos de nuevo, que la vida regresaría a ese orden casi perfecto, que todo estaría bien. Pero esos anhelos se esfumaron con la luz verde del semáforo.<br /><br />Traté de llegar hasta ella, pero fue demasiado tarde. El taxi se perdió en medio del río de automóviles, y yo me quedé ahí parado bajo la lluvia, ahogado en la nostalgia.<br /><br />Esa era una tormeta que jamás pasaría.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">© 2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-47756391685820832692007-05-19T17:06:00.000-05:002007-06-14T16:46:48.134-05:00Tarde de lluviaLas nubes tenían un tinte azul profundo, y con las primeras gotas de lluvia me di cuenta que esta no sería una tormenta cualquiera: el agua que caía del cielo era salada.<br /><br />El ambiente comenzó a cambiar, y si cerraba los ojos daba la impresión que estaba en la playa, pero al volverlos a abrir las luces de la ciudad me recordaban que estaba presenciando algo inusual.<br /><br />De repente vi un pez bajando entre las gotas. Lo seguí con mi vista, hasta que un segundo pez apareció más en lo alto y mi mirada se elevó. En los cielos nadaban toda clase de animales marinos, desde cardúmenes, delfines y calamares, hasta una enorme ballena azul.<br /><br />Poco a poco, las calles de la ciudad se fueron transformando en un oceano.<br /><br />Vi como mi vecina, que había salido a la tienda de la esquina, regresaba navegando encima de su paraguas. Unos adolecentes agarraron unas tablas y se pusieron a surfear entre olas de lluvia.<br /><br />Incluso, a la lejanía, me pareció ver un barco con una bandera con una calevera ondeando a lo alto de su mástil.<br /><br />Pero así como llegó esa lluvia tan peculiar, los cielos se fueron aclarando y la lluvia con dejo de mar dejó de caer.<br /><br />El único rastro que mostraba que había llovido eran un par de peces que todavía nadaban en un charco con olor a mar.<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">©2007 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1165877533267884962006-12-11T16:51:00.000-06:002007-06-14T16:47:07.617-05:00Los vientos del precipicioMe encontraba al borde del precipicio, y miraba hacia abajo sintiéndome como un mal cliché salido de un desamor. Bueno, no era precisamente un precipicio, estaba parado en la azotea de un edificio sobre Insurgentes, y el frío que provocaban los vientos a esa altura me hacían sentir que todo era un error. Y lo de encontrarme ahí por culpa de un desamor, pues eso sí era cierto pero no dejaba de ser un cliché.<br /><br /> Observaba las luces de los automóviles, que dejaban estelas blancas y rojas sobre la avenida. El ruido de la ciudad se escuchaba como un murmuro permanente, como el soundtrack de fondo para este momento en particular.<br /><br /> Uno piensa las cosas más absurdas en los momentos antes de dejarse ir. Me acordé del perro que tuve cuando niño, del sabor de las paletas de fresa, y de como su sonrisa siempre me ponía de buen humor. Pensé también en el futuro de la humanidad, de los caminos que había tomado en mi vida, y del maldito frío que tenía.<br /><br /> Llevaba ahí más de una eternidad contemplando el vacío a mis pies cuando finalmente decidí dar el paso. Hay quienes piensan que hacer algo así es un acto de cobardía, pero los reto a que lo intenten. No es algo sencillo, pero finalmente tuve el valor de hacerlo.<br /><br /> El sentimiento de vacío fue lo peor que he sentido en mi vida, y desde ese primer instante ya me había arrepentido de mi acto. Pensaba que había cambiado de parecer medio segundo más tarde de lo que podía hacerlo, cuando un dolor punzante en mi tobillo derecho me regresó a la realidad.<br /><br /> No sé si fue por gracia divina, por suerte o por tonto, pero solamente caí dos metros antes de aterrizar en el balcón del piso 19. Como no estaba esperando tocar tierra tan pronto, el peso de todo mi cuerpo se apoyó de golpe sobre mi tobillo derecho, haciendo que se doblara en un ángulo extraño y haciendome sentir más vivo que nunca.<br /><br /> Finalmente salí cojeando a la calle y volteé a ver hacia arriba al edificio desde otra perspectiva, de la misma manera que vi mi propia vida desde otro punto de vista. Cuando llamé a un taxi para alejarme de ahí, los vientos fríos habían dejado de soplar<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">©2006 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1165455356362077102006-12-06T19:35:00.000-06:002007-06-14T16:47:27.292-05:00Hada<style type="text/css">.flickr-photo { border: solid 2px #000000; }.flickr-yourcomment { }.flickr-frame { text-align: left; padding: 3px; }.flickr-caption { font-size: 0.8em; margin-top: 0px; }</style><div class="flickr-frame"> <a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/316087270/" title="photo sharing"><img src="http://static.flickr.com/120/316087270_98115fd1fa.jpg" class="flickr-photo" alt="" /></a><br /> <span class="flickr-caption"><a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/316087270/">Hada</a>, originally uploaded by <a href="http://www.flickr.com/people/40602297@N00/">Santiago Casares</a>.</span></div> <p class="flickr-yourcomment"> </p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1160791606799814212006-10-13T21:05:00.000-05:002007-06-14T16:47:45.050-05:00DeprimidoEl teléfono volvió a sonar, y como en los últimos días, Juan no contestó. Todavía no quería hablar con nadie. La contestadora respondió a la llamada con su voz, y su madre dejó el quinto recado de la semana.<br /><br /> No tenía interés en escuchar, de quien fuera, palabras de apoyo o invitaciones a tomar cafés o salir de fiesta.<br /><br /> Cada quien duela una relación cuando termina a su manera, y ésta era la suya. No había salido más que lo indispensable de su departamento, y no se había cambiado de ropa en por lo menos dos semanas: a final de cuentas, había perdido el sentido de su vida.<br /><br /> Los Kleenex que estaban en el suelo, apilados en montones, recordaban los momentos en los cuales no había podido contener sus lágrimas. Y una foto de ella, la única que conservaba, ya estaba desgastada de tanto ser vista.<br /><br /> Cerró los ojos para descansarlos un momento. A pesar que parecía que era lo único que hacía, el no hacer nada lo mantenía agotado físicamente.<br /><br /> Por encima del sonido de la televisión, escuchó que alguien tocaba su puerta. Abrió los ojos y bajó el volumen con el control remoto . Si no había alucinado el sonido, la persona detrás de la puerta volvería a tocar.<br /><br /> A lo pocos segundos, la puerta sonó otra vez.<br /><br /> Se levantó del sillón y observó la hora en el reloj de la pared. Las manecillas marcaban las seis cuarenta y tres, mientras el segundero seguía avanzando eternamente con su tic tac. Siguiendo el ritmo del reloj caminó hasta la entrada de su departamento.<br /><br /> No quería ver a nadie.<br /><br /> Recargó la cabeza en la puerta y preguntó suavemente: –¿Quién?.<br /><br /> –Tenemos una cita. – dijo una voz hueca, del otro lado de la puerta.<br /><br /> –Te equivocaste de casa– dijo Juan, –y no vayas a dejar propaganda religiosa, ¿eh?<br /><br /> Toc. Toc. Toc.<br /><br /> –Ya te dije que te equivocaste de casa, déjame descansar...<br /><br /> Toc. Toc. Toc.<br /><br /> –¿Juan Ortiz?– dijo la voz hueca.<br /><br /> Juan levantó la cabeza de la puerta. La persona del otro lado de la puerta lo conocía, pero el no reconocía la voz. ¿Acaso alguien le estaba jugando una broma?<br /><br /> –¿Quién eres?<br /><br /> –Soy tu cita de las seis cuarenta y cinco. Y efectivamente, son las seis cuarenta y cinco.<br /><br /> Juan sabía que no tenía ninguna cita, a esta hora o a ninguna. No había hablado con nadie en más de quince días, sin embargo, sabía de alguna manera que la voz que estaba del otro lado de la puerta estaba diciendo la verdad.<br /><br /> Volteó a ver el reloj de la pared y, efectivamente, marcaba las seis cuarenta y cinco. Pero el tic tac había dejado a un lado la eternidad.<br /><br /> –¿Quién eres?– volvió a preguntar.<br /><br /> –Abre la puerta Juan.<br /><br /> Giró la perilla de la puerta, y la temperatura bajó un par de grados.Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1156282047526449162006-08-22T16:22:00.000-05:002007-06-14T16:48:47.871-05:00Troya<style type="text/css">.flickr-photo { border: solid 2px #000000; }.flickr-yourcomment { }.flickr-frame { text-align: left; padding: 3px; }.flickr-caption { font-size: 0.8em; margin-top: 0px; }</style><div class="flickr-frame"> <a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/222325461/" title="photo sharing"><img src="http://static.flickr.com/69/222325461_5161fc9246.jpg" class="flickr-photo" alt="" /></a><br /> <span class="flickr-caption"><a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/222325461/">Troya</a>, originally uploaded by <a href="http://www.flickr.com/people/40602297@N00/">Santiago Casares</a>.</span></div> <p class="flickr-yourcomment"> </p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1140704930329954872006-02-23T08:21:00.000-06:002007-06-14T16:49:16.812-05:00El Fin"No es es fin del mundo" dijo ella a mi lado.<br />Volví a asomarme a través de la escotilla. Todo lo que quedaba de Terra era polvo espacial. El planeta finalmente había cedido ante siglos de abuso por parte de la humanidad.<br />Ahora estabamos en una de miles de naves que huyeron en los últimos días antes del Ragnarok, navegando a la deriva.<br />"¿En serio?" le contesté, "yo diría que <span style="font-style: italic;">es</span> el fin del mundo, querida. Al menos del nuestro."<br /><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">© 2006 Santiago Casares</span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1132344681895106562005-11-18T14:11:00.000-06:002007-06-14T16:50:41.540-05:00Llave<style type="text/css">.flickr-photo { border: solid 2px #000000; }.flickr-yourcomment { }.flickr-frame { text-align: left; padding: 3px; }.flickr-caption { font-size: 0.8em; margin-top: 0px; }</style><div class="flickr-frame"> <a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/64562319/" title="photo sharing"><img src="http://static.flickr.com/25/64562319_1741c5b7bc.jpg" class="flickr-photo" alt="" /></a><br /> <span class="flickr-caption"><a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/64562319/">Llave</a>, originally uploaded by <a href="http://www.flickr.com/people/40602297@N00/">Santiago Casares</a>.</span></div> <p class="flickr-yourcomment"> </p>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1128106610941827992005-09-30T13:56:00.001-05:002007-06-14T16:50:55.172-05:00Casa (detalle)<style type="text/css">.flickr-photo { border: solid 2px #000000; }.flickr-yourcomment { }.flickr-frame { text-align: left; padding: 3px; }.flickr-caption { font-size: 0.8em; margin-top: 0px; }</style><div class="flickr-frame"> <a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/48057287/" title="photo sharing"><img src="http://static.flickr.com/24/48057287_ea7fd58ba3.jpg" class="flickr-photo" alt="" /></a><br /> <span class="flickr-caption"><a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/48057287/">Casa(detalle)</a>, originally uploaded by <a href="http://www.flickr.com/people/40602297@N00/">Santiago Casares</a>.</span></div> <p class="flickr-yourcomment"> </p>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1128106570874844002005-09-30T13:56:00.000-05:002007-06-14T16:51:08.846-05:00Casa<style type="text/css">.flickr-photo { border: solid 2px #000000; }.flickr-yourcomment { }.flickr-frame { text-align: left; padding: 3px; }.flickr-caption { font-size: 0.8em; margin-top: 0px; }</style><div class="flickr-frame"> <a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/48057286/" title="photo sharing"><img src="http://static.flickr.com/31/48057286_a9cbb66da4.jpg" class="flickr-photo" alt="" /></a><br /> <span class="flickr-caption"><a href="http://www.flickr.com/photos/40602297@N00/48057286/">Casa</a>, originally uploaded by <a href="http://www.flickr.com/people/40602297@N00/">Santiago Casares</a>.</span></div> <p class="flickr-yourcomment"> </p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1128035899626647602005-09-29T18:16:00.000-05:002005-09-29T18:20:27.370-05:00Work in progress - 9<span style="font-size:100%;"><span style="font-size:85%;">Lo que sigue es una historia todavía en desarrollo. Cualquier comentario para ir mejorándola es agradecido. Para leer la parte anterior de la historia vayan <a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2005/04/work-in-progress-8.html">aquí</a>.</span><br /><br />Cuando ella salió del baño, el detective y el hacker de recuerdos estaban discutiendo en voz baja, pero callaron a penas la vieron salir.<br /><br /> "¿Y ahora qué?" preguntó Andrea con un tono de resignación.<br /><br />"Ahora, podríamos entregarte a quienes me contrataron" comenzó Márquez, "pero después de una pequeña plática, hemos decidido que nos acompañes."<br /><br />Parecía que estaban hablando de ella como si fuera un producto perecedero, y eso le molestó, iba a comenzar a reclamar cuando José X la interrumpió.<br /><br /> "Queremos buscar ese Edén".<br /><br /> "¿Qué?" murmuró ella.<br /><br />"No estamos seguros que exista, pero creemos en lo que vimos dentro de tus recuerdos" continuó el detective. "Creemos que vale la pena arriesgarnos."<br /><br /> "Y entonces, ¿que hacemos?" preguntó Andrea.<br /><br />"Movernos de aquí, las cámaras del hotel nos han captado, y probablemente mandarán a alguien tras ustedes dos dado que el águila jamás aterrizó" dijo rápidamente el hacker.<br /><br /> "¿Cuál aguila?"<br /><br /> "Me refería a que Márquez no te entregó" dijo sonriendo José X, mientras terminaba de empacar su equipo.<br /><br /> "¿Listos?"<br /><br /></span> <div style="text-align: right;"><span style="font-size:100%;"><span style="font-size:85%;">© 2005 Santiago Casares</span><br /></span></div></span>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1125506963923323672005-08-31T11:46:00.000-05:002005-09-29T18:18:59.130-05:00Work in progress - 8<span style="font-size:100%;"><span style="font-size:85%;">Lo que sigue es una historia todavía en desarrollo. Cualquier comentario para ir mejorándola es agradecido. Para leer la parte anterior de la historia vayan <a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2005/04/work-in-progress-7.html">aquí</a>.</span><br /><br />El puerto de la ciudad de Nueva Veracruz se encontraba casi vacío. A la mitad de la noche casi no había transito de pasajeros, por lo que a los policías aduanales les pareció raro ver a una silueta acercándose a su posición.<br /><br /> "Revisa a ver que embarcación llegó" dijo el sargento.<br /><br />En la computadora no había ningún registro de que hubiera llegado en la última hora algún barco, aunque ya estaba programada la llegada de un trasatlántico en un par de horas. El oficial de aduanas sonrió. Había ocasiones en las cuales llegaba un pequeño barco sin avisar, generalmente transportando bienes ilegales como frutas, drogas naturales o tabaco. Y en esas ocasiones, una propina generosa era dada a quien ayudara su ingreso a la ciudad.<br /><br />Bajo los reflectores pudieron percatarse que el hombre que llegaba era grande, pero les extrañó que no cargaba ninguna maleta o compartimento.<br /><br />Cuando estaba enfrente de ellos, vieron el rostro desfigurado del hombre. Incluso cuando les mostró una fotografía tridimensional de una mujer, les costó trabajo quitarle la vista a esas cicatrices.<br /><br /> "No, no la hemos visto."<br /><br /> "Pero si quiere, podemos revisar en los registros..." continuó el otro oficial, "por una módica suma".<br /><br />Ninguno de los dos oficiales de aduana se esperaban que el hombre desfigurado sacara una escopeta. El sargento se escondió rápidamente bajo su escritorio, pero el otro oficial no se movió, se quedó petrificado en su lugar. Vio como el arma le apuntaba en la cara, y no llegó a escuchar el estruendo del disparo.<br /><br /> "Ahora si" dijo el hombre desfigurado con una voz rasposa, "muéstreme esos registros". <br /></span><br /></span> <div style="text-align: right;"><span style="font-size:100%;"><span style="font-size:85%;">© 2005 Santiago Casares</span><br /></span></div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1123110596429802802005-08-03T18:07:00.000-05:002005-08-31T11:22:07.783-05:00Work in progress - 7<span style="font-size:100%;"><span style="font-size:85%;">Lo que sigue es una historia todavía en desarrollo. Cualquier comentario para ir mejorándola es agradecido. Para leer la parte anterior de la historia vayan <a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2005/04/work-in-progress-6.html">aquí</a>.</span><br /><br />A ella le comenzaron a dar nauseas. Entre el síndrome de absinencia y la invasión a su cerebro, su cuerpo había recibido más de lo que estaba acostumbrado.<br /><br />"¿Dónde está el baño?" preguntó urgentemente.<br /><br />"Por ahí" comentó el detective con un pequeño gruñido, a la vez que señalaba una puerta y pasaba un plug por un sensor para pagar el uso del baño. Una vez pasado el trámite, la puerta se deslizó por si misma, y ella entró con prisa.<br /><br />Andrea devolvió el estómago hasta que los escasos contenidos de su estómago se encontraron en el escusado acompañados de bilis.<br /><br />Respiró profundamente, una y otra vez para calmarse, a la vez que se levantaba. Fue hasta el lavabo para mojarse la cara y untarse crema desinfectante. Pero se detuvo antes de poder hacerlo, su propio reflejo la contuvo.<br /><br />Hacía mucho tiempo que no se veía a si misma, y quien la volteaba a ver desde el otro lado del espejo era apenas reconocible. Había perdido unos 15 kilos, lo que hacía que su cara se viera más afilada. Tenía grandes ojeras bajo los ojos, y su pelo morado estaba cortado a jirones.<br /><br />Jamás pensó que hubiera llegado hasta ese punto.<br /><br />Uno jamás lo imagina, y ya que se encuentra ahí, está tan perdido que ni siquiera se da cuenta de sus alrededores.<br /><br />En ese momento comprendió que estaba sola en el baño, volteó a ver el resto del lugar buscando alguna salida, pero no encontró ninguna ventana ni ventila.<br /><br />"Bueno, ahí se fue la idea de fugarme de aquí" se murmuró a si misma.<br /><br /></span> <div style="text-align: right;"><span style="font-size:100%;"><span style="font-size:85%;">© 2005 Santiago Casares</span><br /></span></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8495185.post-1119643526568981952005-06-24T15:02:00.000-05:002005-06-24T15:05:26.570-05:00Work in progress - 6<span style="font-size:100%;"><span style="font-size:85%;">Lo que sigue es una historia todavía en desarrollo. Cualquier comentario para ir mejorándola es agradecido. Para leer la parte anterior de la historia vayan <a href="http://santiagocasares.blogspot.com/2005/04/work-in-progress-5.html">aquí</a>. </span><br /><br />Cuando abrió los ojos, tenía un dolor de cabeza impresionante. Sentía como si sus ojos estuvieran a punto de estallar.<br /><br /> "Toma esto" dijo Márquez, mientras extendía un par de pastillas y un vaso con agua.<br /><br />Ella no dudó un instante, y se tomó las medicinas. Pocos minutos después, el dolor había sido apasiguado, y pudo ver a su alrededor.<br /><br />Reconoció el cuarto del hotel y al detective, quien la había raptado de su paraíso virtual. Pero había alguien más con ellos en la habitación.<br /><br /> "Tranquila, él está con nosotros," la calmó el detective al ver su expresión. "No te hará daño."<br /><br /> Pero su mirada todavía mostraba su desconfianza.<br /><br /> "Hola Andrea," saludó José X. "Perdón por el dolor de cabeza."<br /><br /> "¿Andrea?" murmuró la mujer.<br /><br />"Él es un hacker de recuerdos... y nos ayudó a entrar en tus recuerdos, para tratar de ver la razón por la cual te están buscando. Entre otras cosas, nos enteramos de tu nombre." Explicó Márquez.<br /><br /> "¿Porqué me están buscando?" preguntó.<br /><br />"Al principio fue un poco difícil separar tus recuerdos verdaderos de los recuerdos virtuales de cuando estuviste conectada, pero fue un buen reto." Comenzó el hacker, "logré aplicar un filtro que combinado con un puente en el código mostró en blanco y negro tus recuerdos reales."<br /><br /> Ella no entendía claramente lo que le decía el joven, pero sabía que había logrado su cometido.<br /><br /> "¿Porqué me están buscando?" volvió a preguntar Andrea.<br /><br /> "Al parecer hay un mundo mejor que este... y no estoy hablando de una realidad virtual. Y tu estuviste ahí."<br /></span> <div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;"><span style="font-style: italic;">© 2005 Santiago Casares</span></span><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com0