lunes

Cuento - Te

TÉ CON LA MUERTE

La Muerte llegó en taxi, le pagó al chofer y sacó la guadaña de la cajuela. Su rostro, como siempre, inexpresivo.

Levantó la vista, oscura como el espacio y suspiró un poco de muerte. Dicen que es mortal cruzarse enfrente de la Muerte antes de que haga su trabajo y, por ello, el portero le abrió cortésmente la puerta del edificio.

Una señora que estaba esperando el elevador decidió no decirle nada cuando la vio venir, y menos aún cuando la fruta que llevaba en la bolsa del mandado se pudrió de improviso.

Cuando la Muerte se bajó en el piso catorce, la señora suspiró y decidió celebrar el hecho de estar viva y emborracharse.

En el piso catorce, la Muerte estaba confundida. Volteó hacia ambos lados del pasillo y se quejó porque todas las puertas eran idénticas.

Sacó de un bolsillo de su túnica el papel donde había anotado la dirección del futuro difunto y repitió en voz alta el número del departamento: 1403. Siguió la numeración hasta encontrarse frente al número deseado y tocó la puerta.

La Sra. González abrió la puerta y después de unos minutos silenciosos invitó a pasar a la Muerte.
“¿Quieres un poco de té querida?” preguntó amablemente la Sra. González.

“Si, por favor.” respondió la Muerte.

“¿Un poco de azúcar o leche?”

“Leche, gracias.”

La Sra. González levantó con cuidado la tetera de la estufa y sirvió dos tazas, una para ella y otra para la Muerte. Después, sacó del horno unos panecillos y los colocó en el plato de cristal que sólo usaba cuando tenía invitados.

“¿Quisieras que guardara la guadaña?” preguntó la Sra. González, y explicó: “Podrías lastimar a alguien, y eso no sería agradable”.

“Tienes razón, no quisieramos que suceda algún accidente.” dijo la Muerte mientras le pasaba su herramienta a la Sra. González.

Ambas se sentaron, agarraron sus tazas correspondientes y le dieron un sorbo al té.

“¡Cuántas formalidades!” dijo entre risas la Sra. González, pero continuó más seria: ”Disculpa que te pregunte esto, pero me gustaría saber qué se siente ser la muerte".

"De la misma manera que se siente ser humano, una simplemente es" respondió la Muerte.

"Y ¿a dónde me vas a llevar?” preguntó ahora con una voz un poco temerosa.

“Por más que quisiera decírtelo, no puedo hacerlo. Pero pronto sabrás tu destino” dijo la Muerte.

“Oh”, comentó decepcionada la Sra. González.

“Además, no es tan simple. Solamente una parte de ti me acompañará”.

“Me gustaría morirme con una sonrisa en los labios” dijo la Sra. González, y dio un sorbo a su té.

“Veré lo que puedo hacer…” dijo la Muerte.

“Gracias.” contestó la Sra. González.

Estuvieron un rato calladas, mientras bebían el té y comían panecillos con nueces. Luego platicaron sobre novelas de Agatha Christie, intercambiaron recetas de cocina y consejos sobre jardinería.

Finalmente colocaron las tazas vacías al lado de la tetera, entonces la Muerte se inclinó y le susurró algo en el oído a la Sra. González.

Ella simplemente sonrió.

© 2004 Santiago Casares

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