lunes

Dunas


Dunas, originally uploaded by Santiago Casares.

miércoles

Work in progress - 2

Lo que sigue es una historia todavía en desarrollo. Cualquier comentario para ir mejorándola es agradecido. Para leer la primera parte de la historia, vayan aquí.

El zumbido de los estabilizadores de la embarcación hizo que ella despertara. Sus ojos se tardaron en acostumbrarse a la oscuridad de la habitación, pero sabía que se encontraba en un lugar en el cual no pertenecía.

Un punto rojo en las penumbras guiaron su mirada. Alguien estaba ahí, fumando, observándola.

Se incorporó lentamente, ya que sus músculos no reaccionaban bien, y se arrastró encima de la cama hasta que su espalda se encontró en la pared más alejada de esa persona.

"¿Qué quieres de mí?"

El detective le dio una fumada al cigarro, y mientras exhalaba el humo contestó. "¿Yo? Yo sólo quiero que me paguen por haberte encontrado".

"¿Quién me está buscando?" preguntó ella.

"En serio no sabes lo qué está pasando, ¿verdad?" dijo el detective.

El silencio le respondió su pregunta. La chica se encontraba aterrada, y todavía manejaba síntomas de la abstinencia de realidad virtual: analizaba la habitación con una mirada perdida, buscando donde se encontraba algún plug para conectarse y escapar de nuestra realidad.

"Tienes información almacenada dentro de tu cerebro que es muy valiosa para cierta gente".

Ella volvió su mirada a la silueta del detective, y comenzó a llorar.

"¿Quién soy?"

Las luces de una ciudad se alcanzaban a ver, reflejadas en el agua oscura del mar, a través de la ventana de la habitación. Habían llegado a su destino, Nueva Veracruz.

© 2004 Santiago Casares

martes

Cheshire


Cheshire, originally uploaded by Santiago Casares.

viernes

Cuento - Otro yo

OTRO YO

Alguien estaba tocando la puerta.

Enrique dejó de cocinar, y la abrió. Enfrente se encontró consigo mismo, bueno, con alguien idéntico a él, pero unos años más grande. Vestía ropa extraña, tenía barba y su pelo era prácticamente gris.

A pesar de esto, se reconoció a sí mismo.

"¿Qué..." comenzó a decir, pero su otro yo lo interrumpió.

"Te has de estar preguntando lo que está sucediendo. Pero la respuesta no es sencilla."

Su otro yo pasó a su lado y entró al departamento, mientras él lo seguía con la mirada.

"¿No vas a cerrar la puerta?"

Sin pensarlo, Enrique cerró la puerta de su departamento y se recargó en ella –se estaba sintiendo un poco mareado–.

El viejo, por llamarlo de alguna manera, siguiendo el aroma de la comida, caminó hasta la cocina y apagó la estufa. La comida estaba lista.

Se asomó de regreso a la sala, donde Enrique se acababa de sentar mientras pasaba la mano sobre su pelo en un vaivén nervioso.

"Sí, somos la misma persona"

Enrique levantó la vista.

"¿Cómo es eso posible?"

"Podrías decir que vengo de un futuro probable. Y que he venido para asegurarme que esa posibilidad se realice."

El viejo abrió el refrigerador, sacó un par de Coronas y las destapó. Regresó a la sala y le ofreció una a Enrique, quien la agarró sin pensarlo y le dio un par de tragos: esto era demasiado para él.

"Pues mira," comenzó su otro yo, "dentro de poco conocerás a una mujer. Yo quiero asegurarme que vas a invitarla a salir y luego a casarte con ella."

Enrique comenzó a entender lo que su alter ego le estaba tratando de explicar. Alguna ocasión se había preguntado las repercusiones a largo plazo de las decisiones que tomaba, pero esto era demasiado.

"¿Para qué quieres asegurar algo que, en tu caso, ya sucedió?

"Para asegurarme que mi realidad sea la única. Si no la invitas y dudas qué hacer, ella probablemente se irá con otra persona. No queremos que eso suceda, ¿verdad?"

Enrique lo miró a los ojos, sabía que lo acababa de amenazar su yo del futuro.

Sonó el timbre del departamento, y ambos voltearon a ver a la puerta.

El timbre sonó una vez más.

Enrique se levantó en un estado de ensueño y abrió la puerta.

"No puede ser…"

"Te has de estar preguntando lo que está sucediendo. Pero la respuesta no es sencilla," dijo la persona del otro lado de la puerta. Había llegado otro Enrique al departamento. Nada más que éste tenía el pelo largo y vestía ropa holgada.

Entró y vio inmediatamente al primero en llegar.

"Creo que no había contemplado que esto pudiera suceder" dijeron al unísono ambos.

Enrique cerró la puerta del departamento y se dirigió a la cocina. Necesitaba algo de comida en su estómago y un trago más fuerte.

Mientras comía escuchó que los otros Enriques hablaban de algo pero no distinguió bien las palabras. Cuando regresó a la sala, ambos estaban sonriendo, y después lo voltearon a ver.

"Al parecer ambos queremos que la conozcas y salgas con ella", le dijo el viejo.
Se acabó el tequila de un solo trago.

"Saben que todavía no la conozco, ¿verdad?", comentó Enrique, "¿cómo pueden saber siquiera que me va a gustar a mí?"

"Te va a gustar," respondieron ambos.

El timbre del departamento volvió a sonar.

"¿Alguno de ustedes quiere abrir la puerta?", preguntó al aire Enrique mientras se dirigía a hacerlo él mismo. Ambos lo siguieron con miedo en la mirada.

La abrió, y no le sorprendió verse a si mismo con un mohawk en el cabello, cinco arracadas en cada oreja y chamarra de cuero.

"Bienvenido a la fiesta."

Cinco horas después, el departamento se encontraba lleno de Enriques, todos distintos, y todos hablándole al mismo tiempo, diciéndole lo que tendría que hacer en un futuro no tan lejano.

Necesitaba aire. Así que se abrió paso entre esos reflejos de sí mismo, hasta llegar a la ventana. La abrió de golpe y respiró el aire citadino.

Se volteó para enfrentarse, de alguna manera, a sí mismo.

"¡Ya basta!", gritó. "No se dan cuenta que me sería imposible hacer lo que todos ustedes me piden… unos me piden algo, y otros algo opuesto. ¡Déjenme vivir mi vida!"

Y por primera vez en horas, se hizo un silencio en el departamento de Enrique.

Enrique respiraba con la boca, y sentía como el calor se le había subido a la cabeza. Sentía la mirada de todo el departamento, de sus otros yo.

"Pero si no compras ese boleto de lotería no serás millonario" comenzó uno de sus otros yo con una voz muy baja.

"Y si no vas a Tijuana, jamás conocerás a…"

"Tienes que ir el próximo mes al centro comercial…"

"Recuerda lo que te comenté de Raúl, te va a…"

"Hazme caso a mí…"

"No los escuches a ellos, recuerda que…"

Cuando lo comenzaron a jalonear, sabía que tenía que salir de ese lugar a la brevedad posible. Intentó futilmente de abrirse paso entre ellos, se encontraba en medio de puras versiones alteradas de sí mismo y le faltaba el aliento. Estaba tratando de empjar a un Enrique vestido de cura cuando su vista se comenzó a desvanecer, y cayó en el suelo en medio de exigencias sobre sus hechos futuros.

No se dieron cuenta cuando comenzaron a desaparecer, hasta que fue demasiado tarde. Al querer asegurar su futuro, habían hecho la única cosa que no tenían que hacer, lo habían destruido.

© 2004 Santiago Casares

jueves

Cuento - El Poder

EL PODER DE UN CUERNO

El bosque entero se estremeció. El dulce canto de los ruiseñores calló, las demás aves siguieron, y así cada animal del bosque.

Sabían lo que había sucedido, y sintieron lentamente como la vida iba desapareciendo de sus cuerpos. Estaban en agonía, pero aún así no soltaron queja alguna.

El cazador estaba bañado de sangre, y un unicornio yacía inerte a sus pies, con la mirada perdida en el horizonte, donde el cielo se comenzaba a pintar de rojo. El maldito animal había logrado herirle antes de caer ante el poder de su escopeta. Le volvió a escupir antes de alejarse del cuerpo, fue a recargarse en un roble y admiró el fruto de su hazaña: un cuerno perfecto.

Durante más de cuatro años, el cazador buscó, rastreó y finalmente encontró al animal fantástico al que poca gente daba crédito de existir. Todos le tachaban de loco, ya nadie creía en lo fantástico; sobretodo en esta época digital.

Mientras contemplaba sonriente el cuerno que tenía en su mano, se percató el silencio que lo rodeaba. Agudizó sus oídos, como lo hace un lobo al buscar una presa, pero aún así no escuchó nada; ni siquiera a la cascada que había cruzado para llegar al sitio donde se encontraba, y menos aún a las ramas de los árboles al moverse, cuando el viento pasa sobre ellas. Solamente podía escuchar su respiración, y gracias a ello supo que no estaba sordo.

Ni siquiera había la menor ventisca.

Comenzó a caminar, cojeando, por el mismo camino que momentos antes había recorrido impulsado por la adrenalina y la promesa del poder. Si, ahora ya tenía el cuerno que, según los manuscritos que había encontrado, le daría el poder necesario para hacer lo que quisiera.

En su camino se encontró el cadáver de un pájaro con las alas abiertas, la imagen parecía la de un ángel que había caído muerto del cielo. Sin darle importancia prosiguió y llegó a una zanja, ahí se percató que en ese mismo lugar había corrido el rio unas horas antes.

Una pequeña rama crujió, y cayó a su costado, haciendo el primer ruido que escuchaba fuera de su respiración y sus pisadas. La observó a través de unos escasos rayos de sol que, después de pasar por las ramas, se volvían de un color pardo. Recogió la rama y se dio cuenta que estaba carbonizada.

Alzó la vista.

El bosque entero estaba muerto, sus árboles secos daban la apariencia de ser de carbón y todos los animales habían perecido.

Y él no había escuchado nada.

El cazador sintió como sus músculos se entumecieron. Su cuerpo se estaba quejando. Le dio hambre y sed en exceso, como jamás los había sentido. Intentó quejarse, pero ningún sonido salió de su garganta. El cuerno cayó al suelo, silencioso.

Y al cazador se le nubló la vista...

© 2004 Santiago Casares

miércoles

Angel


Angel, originally uploaded by Santiago Casares.

martes

Work in progress - 1

Lo que sigue es una historia todavía en desarrollo. Cualquier comentario para ir mejorandola es agradecido.

El barco todavía no zarpaba, pero el tiempo se le estaba acabando.

Entró a la bodega abandonada. Muchos cyberjunkies se encontraban tirados en el suelo, conectados a sus máquinas portátiles de realidad virtual. Caminó entre ellos hasta que encontró a quién estaba buscando.

Se le quedó mirando un rato, sí era ella. Tenía el pelo morado en jirones, ropa que llevaba puesta unos meses, y un charco de orina alrededor suyo.

"Hora de despertar, princesa" dijo el detective mientras jalaba el cordón que conectaba la máquina directamente al cerebro.

"¡Ahhhhhh!" gritó ella, mientras sus sentidos entraban en shock y se acostumbraban a la medicore realidad.

Tenía la mirada perdida, estaba tratando de comprender dónde había quedado el mundo de dónde la habían sacado. Instintivamente, comprendió que la persona que tenía enrente era la responsable de haberla sacado de su paraíso virtual, e intentó lanzársele encima, pero sus músculos, atrofiados por no ser usados en tanto tiempo, no respondieron.

El detective la levantó y con un suave movimiento la colgó sobre su hombro, mientras ella balbuceaba su descontento.

"No te preocupes", dijo el detective, "no te quieren a ti, quieren la información que hay en tu cerebro".

© 2004 Santiago Casares

lunes

Isla


Isla, originally uploaded by Santiago Casares.

martes

Cuento - Gusanos

GUSANOS

Abro los ojos y no veo nada. La oscuridad me engulle y siento la pesadez del aire. Me encuentro en un lugar encerrado, lo puedo apreciar desde donde me encuentro: acostado. Sé que estoy vistiendo el mejor de mis trajes negros, aunque no lo puedo ver. No podría ser de otra manera, sobretodo en esta ocasión. Mis brazos fueron colocados sobre mi pecho, uno sobre el otro, y puedo sentir que no traigo el reloj puesto. La tierra que está encima mío es demasiada, causando que el ambiente húmedo sea encerrado. Tengo los zapatos demasiado apretados, y no puedo hacer ningún movimiento para alivianar el sufrimiento de mis pies helados. Intento maldecir, decir algo, pero mis pulmones no pueden exhalar aire, y el silencio que me rodea es ensordecedor. Estoy atrapado. No comprendo porqué estoy conciente. ¿Porqué estoy conciente? Comienzo a escuchar la humedad filtrándose por la madera, y me imagino que debe de estar lloviendo. Es lo único que me faltaba. Sonrío ante la ironía, pero mi cara no hace gesto alguno. Pero sí, estoy aquí, encerrado y no hay nada que pueda hacer para salir de esta infamia. De repente los comienzo a sentir. Se acercan lentamente, abriéndose paso entre la tierra, y yo atrapado. Deben de haberme sentido de la misma manera que yo sé que vienen por mi. No me puedo mover y esas malditas larvas y sanguijuelas de almas se van acercando. Puedo escuchar como se mueven. Creo que incluso puedo escuchar lo que dicen. Debo estar alucinando. Acabo de pensar que esos… gusanos pueden hablar. Me dan ganas de vomitar, pero mi condenado estómago no hace nada para aliviar esta sensación de asco que siento. En esta negrura todos mis sentidos se concentran en ellos, y me pregunto qué habrá sido lo que hice para merecer este infierno. La pesadez del aire solamente hace que mi espera sea aún más eterna. No falta mucho para que lleguen a los muros que me protegen, y luego vendrá el asedio donde no podré defenderme. Entrarán por los agujeros de la muralla y me verán ahí, indefenso. Van a robar, saquear y violar cada centímetro de mi cuerpo. ¿Qué va a suceder conmigo una vez que esos malditos merodeadores acaben conmigo? Por suerte no estoy sudando. Si pudiera hacerlo estaría empapado por la angustia y el abatimiento que estoy sintiendo. Mis ojos secos buscan inutilmente la manera de llorar. Siento que ya están afuera, puedo escuchar como tantean el muro de madera, buscando los puntos débiles para entrar en mi santuario. Pero ellos no tienen prisa, tienen una eternidad para llegar a mi cuerpo. No sé cuanto tiempo ha pasado. ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? Ya no importa. La madera ha ido cediendo. Parece que la oscuridad está tomando forma. No falta mucho para que puedan tocar mi cuerpo, y yo sin poder mover un dedo para impedirlo. Escucho como uno de ellos logra atravesar el muro y cae a mi lado. Se comienza a arrastrar ciegamente hacia mi. Otro gusano logra penetrar, y siento como cae sobre mi traje negro. Me doy cuenta de como se retuerce encima mio. Creo que mi ropa le estorba: quiere llegar a mi piel. Cada vez más gusanos se encuentran adentro, conmigo. Siento como uno de ellos toca tentativamente mi rostro, dejando una capa viscosa de baba tras de si. Puedo percibirlos a mi alrededor como una masa de oscuridad viviente que me comienza a cubrir. Y grito, no con mis pulmones, sino con lo que queda de mi alma condenada.

© 2004 Santiago Casares

lunes

Corriendo


Corriendo, originally uploaded by Santiago Casares.

viernes

Caballito


Caballito, originally uploaded by Santiago Casares.

Buho


Buho, originally uploaded by Santiago Casares.

jueves

Cuento - La Hermandad

LA HERMANDAD DE LA ROSA

Nanomáquina
Una máquina artificial de tamaño molecular

Ya estaba infectado. A pesar de que no podía verlos, sabía que millones de nanomáquinas se encontraban circulando dentro de su cuerpo. Gracias a que había bebido de su sangre, ahora ya era uno de ellos, uno de los inmortales.

“Dentro de poco sentirás la necesidad”, le comentó Azis.

Como estaba recién convertido, las máquinas fueron crueles con su cuerpo, adaptándolo a sus necesidades. Comenzó a sentir dolores agudos por distintas partes de su cuerpo, y se dobló hasta quedar en posición fetal en el suelo. Después sintió como su piel se iba contrayendo, como si algo dentro de él la estuviera chupando. Sus nuevos huéspedes estaban alimentándose de él.

Alzó la vista. Sus ojos le ardían como punzadas, y su visión se había alterado. A su alrededor todo se encontraba descolorido y fuera de foco, solamente podía ver con claridad un cuerpo encadenado en la pared, una mancha roja que le llamaba como un faro. Podía ver claramente como la sangre circulaba por las venas de esa silueta, y la intensidad con la que latía su corazón.

Las nanomáquinas necesitaban combustible, más sangre. Y se lo estaban exigiendo.

Se arrastró hasta el cuerpo lentamente, y no podía escuchar nada más que el latido del corazón proveniente de esa silueta encadenada. Cada metro le parecía un kilómetro de distancia, su cuerpo estaba muriéndose, pero su salvación estaba cada vez más cerca.

Agarrándose de la persona encadenada se logró poner de pie. A la lejanía escuchó un grito apagado de alguien conocido, en medio de llantos, mientras que el cuerpo encadenado se contorsionaba y abría la boca.

Sintió un dolor inimaginable en su mandíbula superior, que se agudizó aún más cuando las moléculas de sus colmillos comenzaron a cambiar.

Ahora ya tenía una manera de llegar fácilmente a esa sangre. No esperó más y mordió el cuerpo en la parte del cuerpo donde la circulación de la sangre se veía más intensa, el cuello. Rasgó su piel hasta que la sangre estuvo a su alcance. Bebió de su cuello hasta saciar las necesidades de las nanomáquinas.

Entonces sintió como la fuerza regresaba a todos sus músculos, a cada extremidad de su cuerpo… una vez más podía ver y escuchar con normalidad.

Volteó a ver el cuerpo encadenado, y se le fue el aliento cuando se percató que era el cadáver de su esposa.

Azis se acercó a él, lo agarró firmemente de su hombro izquierdo y dijo: “Bienvenido a la Hermandad de la Rosa”.

©2004 Santiago Casares

miércoles

Recuerdos


Recuerdos, originally uploaded by Santiago Casares.

Tus recuerdos de mi han comenzado a esfumarse

lunes

Cuento - Tour

TOUR

Después que la vista le regresó, se quedó sin habla. Era el espectáculo más hermoso que había visto, y el más letal.

Una explosión atómica.

Por suerte, como parte del tour, les habían facilitado el equipo necesario para que ni la ola de choque, ni la radiación consiguiente les afectara.

Nadie sabe cómo había comenzado la idea de admirar la parte estética de una guerra nuclear, pero la élite del mundo no tardó mucho en adoptarla.

A final de cuentas, la guerra duraría poco.

Esto era algo que los consorcios combatientes estaban explotando al máximo, cobrando cantidades exorbitantes a los organizadores de los tours, y utilizando ese dinero para desarrollar nuevas bombas.

Sintió la onda de choque, y como los demás del tour aplaudió como si acabara de terminar el concierto más espectacular sobre la faz de la tierra.

De repente, los contadores Geiger marcaron que la radiación estaba excediendo por mucho los niveles esperados. Las demás personas del tour comenzaron a gritar.

Comenzó a sentir mucha comezón a lo largo de todo su cuerpo, que poco a poco se transformó en un ardor intenso. Levantó un brazo y observó cómo su guante empezaba a escurrirse. Fue entonces cuando un pensamiento llegó a su mente: la guerra acababa de ser ganada.

© 2004 Santiago Casares

jueves

Arbol


Arbol, originally uploaded by Santiago Casares.

Ese día, las hojas comenzaron a volar: el otoño había llegado.

miércoles

Cuento - Sir Gerhard

LA MUERTE DE SIR GERHARD

El paladín cayó del caballo, herido de muerte.

Sus manos intentaban inútilmente detener la sangre, que se escurría furiosamente entre sus dedos.

El caballero oscuro desmontó y se acercó al caído, mientras enfundaba su espada teñida de rojo.

"Es extraño…" dijo el paladín.

El villano se hincó a su lado.

"…siempre pensé que ganaría todas las batallas en las que pelearía."

"Todos pensamos eso."

"¿Si?"

"Así es. Siempre uno de los combatientes caerá…"

El caballero oscuro sornrió condescendientemente al caído.

"…pero otro día será mi turno."

"De haber sabido… no hubiera tomado los caminos que tomé en mi vida" dijo el justiciero entre pequeños tosidos.

"Si no los hubieras tomado, jamás se habrían cruzado con los míos. No hubiera podido matarte."

El paladín movió lentamente la cabeza para ver una vez más la herida que le causaba la muerte. La armadura (que alguna vez había brillado, reflejando los rayos del sol) se encontraba mellada y bañada de sangre y tierra seca.

"Mi muerte será un verso más en alguna canción de tus hazañas… Me imagino que si hubieras sido tú quien muriera este día, la canción sería diferente."

Las palabras que el paladín decía fueron opacadas por una tos tremenda: el justiciero comenzó a morir.

Sus últimas palabras apenas y fueron audibles.

© 2004 Santiago Casares

martes

Nubes


Nubes, originally uploaded by Santiago Casares.

Por suerte, parecía que no iba a llover...

lunes

Cuento - Te

TÉ CON LA MUERTE

La Muerte llegó en taxi, le pagó al chofer y sacó la guadaña de la cajuela. Su rostro, como siempre, inexpresivo.

Levantó la vista, oscura como el espacio y suspiró un poco de muerte. Dicen que es mortal cruzarse enfrente de la Muerte antes de que haga su trabajo y, por ello, el portero le abrió cortésmente la puerta del edificio.

Una señora que estaba esperando el elevador decidió no decirle nada cuando la vio venir, y menos aún cuando la fruta que llevaba en la bolsa del mandado se pudrió de improviso.

Cuando la Muerte se bajó en el piso catorce, la señora suspiró y decidió celebrar el hecho de estar viva y emborracharse.

En el piso catorce, la Muerte estaba confundida. Volteó hacia ambos lados del pasillo y se quejó porque todas las puertas eran idénticas.

Sacó de un bolsillo de su túnica el papel donde había anotado la dirección del futuro difunto y repitió en voz alta el número del departamento: 1403. Siguió la numeración hasta encontrarse frente al número deseado y tocó la puerta.

La Sra. González abrió la puerta y después de unos minutos silenciosos invitó a pasar a la Muerte.
“¿Quieres un poco de té querida?” preguntó amablemente la Sra. González.

“Si, por favor.” respondió la Muerte.

“¿Un poco de azúcar o leche?”

“Leche, gracias.”

La Sra. González levantó con cuidado la tetera de la estufa y sirvió dos tazas, una para ella y otra para la Muerte. Después, sacó del horno unos panecillos y los colocó en el plato de cristal que sólo usaba cuando tenía invitados.

“¿Quisieras que guardara la guadaña?” preguntó la Sra. González, y explicó: “Podrías lastimar a alguien, y eso no sería agradable”.

“Tienes razón, no quisieramos que suceda algún accidente.” dijo la Muerte mientras le pasaba su herramienta a la Sra. González.

Ambas se sentaron, agarraron sus tazas correspondientes y le dieron un sorbo al té.

“¡Cuántas formalidades!” dijo entre risas la Sra. González, pero continuó más seria: ”Disculpa que te pregunte esto, pero me gustaría saber qué se siente ser la muerte".

"De la misma manera que se siente ser humano, una simplemente es" respondió la Muerte.

"Y ¿a dónde me vas a llevar?” preguntó ahora con una voz un poco temerosa.

“Por más que quisiera decírtelo, no puedo hacerlo. Pero pronto sabrás tu destino” dijo la Muerte.

“Oh”, comentó decepcionada la Sra. González.

“Además, no es tan simple. Solamente una parte de ti me acompañará”.

“Me gustaría morirme con una sonrisa en los labios” dijo la Sra. González, y dio un sorbo a su té.

“Veré lo que puedo hacer…” dijo la Muerte.

“Gracias.” contestó la Sra. González.

Estuvieron un rato calladas, mientras bebían el té y comían panecillos con nueces. Luego platicaron sobre novelas de Agatha Christie, intercambiaron recetas de cocina y consejos sobre jardinería.

Finalmente colocaron las tazas vacías al lado de la tetera, entonces la Muerte se inclinó y le susurró algo en el oído a la Sra. González.

Ella simplemente sonrió.

© 2004 Santiago Casares

miércoles

Cuento - Angeles

ANGELES EN EL CLOSET

Jamás había estado solo en la habitación de sus papás.

Había tomado prestada la llave del closet. Bueno, en realidad la había tomado sin que nadie se diera cuenta, pero como pensaba devolverla, se dijo a si mismo que era un prestamo.

Contuvo la respiración, y giró la llave. Cuando un sonido le indicó que el seguro había sido quitado, por fin exhaló.

Abrió las puertas del closet de roble.

Una capa de polvo que había permanecido sin ser disturbada por años, se levantó, y una pluma blanca salió volando y cayó suavemente a los pies del niño.

Cuando el polvo se asentó, las vio.

Un par de alas de un color blanco translúcido, casi transparente, se encontraban colgadas de un gancho, cubriendo toda la extensión del interior del closet.

Se quedó mucho tiempo ahí, frente a esas alas, mirándolas.

Finalmente, la curiosidad fue demasiada y extendió su mano. Al tocarlas su textura le pareció como de niebla.

Las agarró desde su origen, y se las probó.

Las alas comenzaron a moverse por sí solas, y el niño comenzó a volar por la habitación.

* * *

Gabriel llegó a su casa cansado del trabajo. Sonrió. Aún gozaba cada momento de su vida, y estaba feliz de estar en casa.

"¡Jimena!"

Nadie le contestó.

Dejó su portafolio en el suelo, al lado de la escalera; colgó su saco en el perchero, y subió con pasos acelerados al segundo piso.

Jimena se encontraba afuera del estudio. Se abrazaba ella misma, y lágrimas escurrían libremente por sus mejillas.

Sus pisadas hicieron que ella volteara a verle.

"Las encontró" dijo con una voz apagada.

Eran las palabras que siempre había temido, pero que sabía que tarde o temprano escucharía.

"Encontró tus alas."

Gabriel intentó calmarse mientras caminaba hasta ella.

Jimena se colgó de su cuello, mientras dejaba que la tristeza se desahogara por sí sola.

Gabriel la abrazó fuertemente y alzó la vista para ver dentro de la habitación.

El closet estaba abierto y las cortinas se movían con el viento que entraba por la ventana. Agudizó su vista, y alcanzó ver a la lejanía como su hijo se elevaba hasta los cielos para ocupar su puesto.

© 2004 Santiago Casares

lunes

Castillo


Castillo, originally uploaded by Santiago Casares.

La gente que vive encima de los Árboles es ligeramente extraña.

viernes

Tumba


Tumba, originally uploaded by Santiago Casares.

La brisa del mar acariciaba el lugar de mi muerte.

Cuento - Crimen

CRIMEN PASIONAL

El forense se lavó las manos.

El detective Monoya se aceró lentamente, le dió una fumada a su Delicado sin filtro, y preguntó: "¿Y bien doc?"

El forense se secó las manos en una toalla sucia. Caminó hasta una de las planchas metálicas que cubrían el piso de la Morgue, y descubrió un cuerpo de un joven.

"Se puede ver aquí" comenzó mientras señalaba el pecho del cadáver, "la causa de su muerte."

Montoya se agachó ligeramente sobre el cuerpo del joven y observó el lugar que le indigaba el doctor Gómez.

"¿Y bien doc? ¿Qué significa?"

El forense esperó un par de segundos. Le gustaba hacerle eso a los policías para que se pusieran nerviosos; creaba una tensión en el ambiente de manera que cuando finalmente se dispuso a hablar, la frente del detective se encontraba llena de pequeñas gotas de sudor por los nervios.

"Murió por amor."

"¡¿?!"

El detective le dio una fumada a su cigarro, lo tiró al suelo y lo pisó.

"¿Se refiere a que lo mataron por amor?"

"No. No es eso."

"¡Deje de jugar, doc!"

"Mire detective, las marcas en el pecho nos muestran que a esta persona se le hinchó el corazón."

"¿Y eso qué chingaos nos dice?"

"Simplemente nos dice," concluyó el forense "que amó demasiado."

El detective Montoya se fue de la Morgue rascándose la cabeza

© 2004 Santiago Casares.

jueves

Cuento - Inocencia

DESPUÉS DE LA INOCENCIA

“¿Dónde están? Tengo algo que contarles.”

Pero nadie llegó, Pedro estaba sólo en el bosque.

“Vamos... ¿Porqué no quieren salir?”

Se sentó en una piedra, la misma donde se solía sentar cuando les contaba cosas de su mundo, de cómo se sentía, de cómo le había ido en la escuela e incluso de las tareas de historia y matemáticas. Después de esperar unos minutos, decidió hablarles, aunque no hubieran salido a saludarlo.

“Ayer vi a Ana después de la escuela. Estábamos haciendo la tarea cuando...” Pedro alzó la mirada para ver si alguno de sus amigos diminutos había aparecido, pero no. Así que continuó “llegó ella y me pidió un lápiz. Pero cuando volteé para dárselo me dio un beso. Vamos salgan, ¿porqué no quieren que se los cuente?”

Todas la hadas y duendes estaban ahí, observándolo con ojos de tristeza. Estaban Cara de Árbol, Habichuela y Romeo. Estaban Otoño, Catarina y Brisa del mar. Estaban todos, pero Pedro no podía verlos.

Pedro había perdido su inocencia.

©2004 Santiago Casares

miércoles

Paraguas


Paraguas, originally uploaded by Santiago Casares.

Hay ocasiones en las cuales el viento nos cambia la perspectiva.

Silueta


Silueta, originally uploaded by Santiago Casares.

Un grito se escuchó en la oscuridad.

Cuento - Accidente

ACCIDENTE

No había culpables; todo había sido un simple accidente, aunque algunos testigos afirmaron lo contrario.

La señora Pérez, bisabuela de 28 chamacos, iba en su silla de ruedas por la banqueta cuando una gran “X” pintada en el suelo causó que se detuviera.

Estaba cansada, andar por la ciudad a sus más de 90 años era algo pesado para ella; así que aprovechó para recuperar su aliento.

Nadie hizo nada para ayudarla, aunque muchos vieron al peligro acercarse desde lejos.

La señora Pérez, Almita para sus amigos, había sacado agujas y estambre y se había puesto a tejer un chalequito para su hijo menor cuando un silbido llamó su atención.

Calmada, sacó sus lentes de su bolso de mano; y sin prisa, como siempre, se los colocó enfrente de sus ojos.

Alzó la vista.

Nunca supo lo que le cayó encima, inclusive múltiples testigos afirmaron en investigaciones posteriores que estaba murmurando “¿Qué es...?” cuando una pesa de 16 toneladas la dejó como tortilla.

La gente que atestiguó el hecho alzó la vista para buscar la procedencia de tal pesa. Algunos testigos dijeron que alcanzaron ver a un par de querubines escondiéndose tras una nube.

“Patrañas” dijo el comunicado de prensa del cielo del día siguiente, “eso tiene huellas claras de haber sido un accidente”.

©2004 Santiago Casares

martes

Jardin


Jardin, originally uploaded by Santiago Casares.

Ahí se encontraba la entrada secreta al jardín.

lunes

Cuento - Sombras

LAS SOMBRAS DE LAS PAREDES

No soy tonto, pero aún así las sombras que se mueven dentro de mi habitación me dan miedo. Sé que son los árboles quienes al moverse con el viento generan las imagenes en las paredes. Pero hay veces que las sombras quieren mostrarme algo más, y eso es lo que me aterra.

El día antes de que se muriera Rex, el rottweiler de mi vecino, vi como lo atropellaban. Las sombras me lo mostraron ahí, encima de la cajonera del otro lado de mi cama.

La única vez que intenté comentarselo a mis papás, ellos obviamente dijeron que se trataba de mi imaginación desbordada, que tenía que dejar de ver películas de terror y que no me acostara con la panza llena.

Cada noche, cuando apagan la luz de mi habitación estoy aterrado de abrir los ojos. No quiero ver lo que las sombras me quieren decir. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero en las imagenes de mi pared, jamás ha muerto un gato. Me pregunto porque.

Las noches se han vuelto eternas para mi, y después mi mamá me pregunta en la mañana que porqué estoy tan cansado. Y a lo largo del día, ni siquiera puedo estar tranquilo porque puedo sentir que las sombras están esperando a que anochezca para seguirme acosando.

Pero esta mañana tengo más miedo que nunca. Anoche me asome por debajo de las cobijas, y observé en las sombras como moría mi mamá asfixiada. No pude ver a los ojos de mi papá cuando me deseó suerte en el colegio.

© 2004 Santiago Casares

Ventana


Ventana, originally uploaded by Santiago Casares.

Las estrellas veían con envidia a la luna llena.

Hola

Bienvenidos a mi blog, dónde pienso subir imagenes y textos que hago. :)