martes

Cuento - Gusanos

GUSANOS

Abro los ojos y no veo nada. La oscuridad me engulle y siento la pesadez del aire. Me encuentro en un lugar encerrado, lo puedo apreciar desde donde me encuentro: acostado. Sé que estoy vistiendo el mejor de mis trajes negros, aunque no lo puedo ver. No podría ser de otra manera, sobretodo en esta ocasión. Mis brazos fueron colocados sobre mi pecho, uno sobre el otro, y puedo sentir que no traigo el reloj puesto. La tierra que está encima mío es demasiada, causando que el ambiente húmedo sea encerrado. Tengo los zapatos demasiado apretados, y no puedo hacer ningún movimiento para alivianar el sufrimiento de mis pies helados. Intento maldecir, decir algo, pero mis pulmones no pueden exhalar aire, y el silencio que me rodea es ensordecedor. Estoy atrapado. No comprendo porqué estoy conciente. ¿Porqué estoy conciente? Comienzo a escuchar la humedad filtrándose por la madera, y me imagino que debe de estar lloviendo. Es lo único que me faltaba. Sonrío ante la ironía, pero mi cara no hace gesto alguno. Pero sí, estoy aquí, encerrado y no hay nada que pueda hacer para salir de esta infamia. De repente los comienzo a sentir. Se acercan lentamente, abriéndose paso entre la tierra, y yo atrapado. Deben de haberme sentido de la misma manera que yo sé que vienen por mi. No me puedo mover y esas malditas larvas y sanguijuelas de almas se van acercando. Puedo escuchar como se mueven. Creo que incluso puedo escuchar lo que dicen. Debo estar alucinando. Acabo de pensar que esos… gusanos pueden hablar. Me dan ganas de vomitar, pero mi condenado estómago no hace nada para aliviar esta sensación de asco que siento. En esta negrura todos mis sentidos se concentran en ellos, y me pregunto qué habrá sido lo que hice para merecer este infierno. La pesadez del aire solamente hace que mi espera sea aún más eterna. No falta mucho para que lleguen a los muros que me protegen, y luego vendrá el asedio donde no podré defenderme. Entrarán por los agujeros de la muralla y me verán ahí, indefenso. Van a robar, saquear y violar cada centímetro de mi cuerpo. ¿Qué va a suceder conmigo una vez que esos malditos merodeadores acaben conmigo? Por suerte no estoy sudando. Si pudiera hacerlo estaría empapado por la angustia y el abatimiento que estoy sintiendo. Mis ojos secos buscan inutilmente la manera de llorar. Siento que ya están afuera, puedo escuchar como tantean el muro de madera, buscando los puntos débiles para entrar en mi santuario. Pero ellos no tienen prisa, tienen una eternidad para llegar a mi cuerpo. No sé cuanto tiempo ha pasado. ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? Ya no importa. La madera ha ido cediendo. Parece que la oscuridad está tomando forma. No falta mucho para que puedan tocar mi cuerpo, y yo sin poder mover un dedo para impedirlo. Escucho como uno de ellos logra atravesar el muro y cae a mi lado. Se comienza a arrastrar ciegamente hacia mi. Otro gusano logra penetrar, y siento como cae sobre mi traje negro. Me doy cuenta de como se retuerce encima mio. Creo que mi ropa le estorba: quiere llegar a mi piel. Cada vez más gusanos se encuentran adentro, conmigo. Siento como uno de ellos toca tentativamente mi rostro, dejando una capa viscosa de baba tras de si. Puedo percibirlos a mi alrededor como una masa de oscuridad viviente que me comienza a cubrir. Y grito, no con mis pulmones, sino con lo que queda de mi alma condenada.

© 2004 Santiago Casares

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿o de "mi condenada alma"? :P

Ric

Mauricio Angulo S. dijo...

Mmmm... no se porque, pero se me antojo un trago de mezcal...
>:-)

Santiago dijo...

Me gustó tu idea Ric...

Anónimo dijo...

ahhhhh, esquizofrenia total!