jueves

Nueve tazas de café (I)

Susana llega a la cafetería. Sabe que está llegando un poco tarde, pero siempre ha preferido ser a quien esperan que ser la que está esperando, angustiándose y viendo el reloj cada minuto.

Se queda parada unos momentos en la entrada, hasta que ve a Pedro. Entonces sonríe, y camina de manera que él la ve mucho tiempo antes de que ella llegue a la mesa.

Mientras camina hacia él, reconoce el lugar: es la cafetería donde se conocieron. La ironía hace que su sonrisa se acentúe.

“¡Hola!”, le dice Pedro mientras se levanta de su silla. A ella siempre le han gustado este tipo de atenciones, y es una de las cosas que más va a extrañar de él.

Susana se acerca a darle un beso, pero en el último instante inclina ligeramente la cabeza, de manera que el beso de saludo cae en el cachete y no en la boca.

A pesar del saludo, la sonrisa de Susana es suficiente para calmar a Pedro. Obviamente no tiene idea lo que ella ha estado pensando de su relación, ni que él llorará toda la noche en la soledad de su sala, con la televisión encendida como un tranquilizante que jamás funcionará.

Sin quitarse los lentes oscuros y sin dejar de sonreír, ella le dice: “Cariño, tenemos que hablar…”

© 2007 Santiago Casares

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