Desde que abrió este cafecito hizo de su rutina ir a tomar un café después de la misa de medio día. Originalmente iba con su marido, pero desde hace tres años, cuando él pereció, asiste sola al ritual del café.
Mientras toma el café, observa a la gente caminando y hace anotaciones mentales de lo que le hubiera dicho a Rodolfo.
“Mira a esa señora, no se ha dado cuenta que su bolsa no combina con su falda.”
“¿Será que aquella señorita no se fija que ese peinado ya pasó de moda?”
“Ese niño me recuerda al pequeño Eusebio… ¿te acuerdas de él?”
Teresa termina de comerse la galleta, le da el último sorbo al capuccino y se levanta de la mesa, acompañada del recuerdo de su marido, quién le extiende el brazo para que ella se apoye al caminar.
©2007 Santiago Casares
2 comentarios:
Sr. Casares: Debo decir que usted es mejor escritor que un gordito barbón que hay por ahí. (No, no es Santa Claus)
Gracias por el cumplido (aunque no entiendo la referencia... sorry!)
:)
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